Thursday 21 October 2010

Están todos en una cajita de colección.

Y como todos los días, abrió sus ojitos almendrados, ofuscada porque odia que la noche termine, odia escuchar a los pajaritos. Se duchó, se preparó leche y mientras desayunaba, se maquillaba. Ella sabía que su superficie ya no tenía mucho encanto, por lo tanto siempre estaba muy preocupada de su carita; Ojos y labios debían estar perfectos. Su bolso estaba listo del día anterior, entonces sólo le faltaba revisar una sola cosa: Sus muñequitos.
Se fue directo al escondite y dedicó 5 minutos para compartir con cada uno. Ella siempre tuvo objetivos claros, ella siempre supo que ‘sabía’ que quería, por lo tanto todo lo que ella pudiera querer o desear, lo obtenía. Claramente era así. Bastaba con mirar su colección de muñequitos, de todo tipo, todos diferentes, unos más antiguos que otros, unos más lindos que otros, unos más feos que otros… pero eso no importaba ya que ninguno se quedaba por mucho tiempo, por eso mismo, ella se encargaba TAN bien de cuidarlos mientras los tenía en su poder, que aunque los muñecos tuvieran otro dueño, no se podría evitar ver algún recuerdo de ella… Pasaran los años que pasaran.
Pero, ¿qué es lo que hacía? ¿Cómo lo lograba? Sin tener mayor poder, lograba en poco tiempo ampliar su colección, no importara cuán difícil fuera conseguirlo, o cuán lejos estuviera, todo lo que ella quería lo tenía.
Había días en que ella se preguntaba lo mismo ¿qué era? No había respuesta, ni tampoco lo habrá.
Es la mejor jugando y lo sabe, su colección es más grande que la de cualquiera y no tiene intenciones de detener su ambición; de eso se alimenta, de eso se nutre, con eso se mantiene viva.
Bastaba con observarla un par de segundos. Su mirada coqueta ocultaba lo más oscuro que unos ojos pudieran expresar. Sus rojos labios no sólo eran perfectos, sino que estaban sedientos de masoquismo, que por supuesto SIEMPRE conseguía. Gozaba con el sufrimiento de aquellos y sentía placer incontrolable al cumplirlo.
Ella compra a estos muñequitos, los cambia, los marca, los destruye y los desecha. Era una rutina exquisitamente aterradora.
Esos muñecos son su droga y cuando se aburre, los regala sabiendo que tendrán siempre su aroma.
Esa obsesión casi inevitable de tener todo bajo control, los tiene escondiditos en cajitas separadas. No existe muñeco especial, todo era parte de su enfermiza vida, jamás encontrará a algún muñeco con el cual quiera quedarse.
Piensan que ella es de todos, pero lo cierto es que todos son de ella.
Jamás conservará uno, jamás. Sin sentimiento alguno, su corazón ya está roto y vacío para siempre.
Manipula todo.

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