REFLEJO.

Y si, al ritmo de la brisa, ese día fugaz abrió sus ojos con lentitud. Tragó esa saliva rancia,pasó sus dedos por sus ojos y se dijo a si misma que claramente era el día. Se sentó en la cama,miró sus piernas y no le importó que no estuvieran depiladas. Eso ya era asunto de días y por algún motivo cada vez qe se percataba, lo ignoraba.

Miró por la ventana que el sol no había dejado de salir, sino que esa persona había oscurecido su vida. Su vida que había preparado para amar. Respiró es aire helado y claro, tanto llanto había cortado su respiración. Miró a su alrededor y se prometió reinventar todo, agarró con fuerza esos pantalones llenos de tierra y recordó por última vez ese momento ahogado en el cual sus labios se golpearon contra el suelo y estando rodeada de sangre, el tendió su mano la puso de pie y sin importar nada la besó intensamente. Esa sensación que no ha vuelto tener. Pero hoy, este día ella se había decidido a borrar ese sabor, ahora, amargo de tierra y soledad.

Sin mayor trámite tomó la toalla y dejó correr el agua de la ducha, comenzó a quitarse el pijama y se percató de que la piel de sus piernas estaba reseca. Miró sus manos y sintió lo mismo. Se quitó la ropa interior, se soltó el cabello y se miró fija en el espejo. Comenzó a observar cada detalle, del cual no había concentrado jamás en mucho tiempo. Reconoció aquel exceso de peso en sus muslos, miró su pelo, hubo un pequeño quejido por lo enredado que estaba, tomó un mechón y lo observó fijo, vio las puntas partidas. Se detuvo cuando el vapor del agua caliente comenzó a borrar su imagen en el espejo.
Mientras el agua recorría su cuerpo con suavidad, comenzó a liberar y limpiar cada momento agrio, con el agua se fueron esas lágrimas de angustia, con el agua se fue la tierra que opacaba su corazón, con el agua se limpió cada beso entregado. Con el agua ella comenzó de cero. Habiendo terminado con el ritual, hidrató junto con su cuerpo, su corazón, ahora brillaba, ahora había aroma a mujer.

Mientras cepillaba su pelo, una sonrisa se dibujó en su rostro, fija mirando su imagen en el espejo, ahora de su pieza, supo que la vida solo la escribía ella.Salió caminando con pasos firmes a la calle, de la mano traía esperanza, felicidad y calma. Pero en su espalda el peso de un amor triste, de palabras duras escuchadas y de indiferencia absoluta.Pero el viento soplaba a su favor y logró derribar esa mochila agria que la agotaba.
Con la frente en alto, caminaba decidida, el viento movía delicadamente su cabello, su sonrisa nerviosa encantaba, sus ojos almendrados provocaban esa mirada intensa, que producía admiración. Ella lo sentía, ella lo veía.

Llegó a su mente esa sensación de sentirse mujer, sentirse hermosa. Ella lo era. Ya no era la flor oscura con pétalos brillantes, sino que era una mujer radiante, demostrándole al mundo y claro, a ella misma que nadie puede hacerle daño más fuerte que el que se creaba ella misma.Se detuvo en frente de un café, pidió el más cargado.

Se sintió viva cuando sintió el sabor dulce. y al tragar, ya no quedaba amargo en sus labios.