Ella

Y claramente sus movimientos comenzaron a ceder. Tal cual la música recorría sus entrañas.
Preparaba los elementos de su interior para reflejarlos con su mirada.
Sabía que la observaban, cuidaba de cada detalle para así transformarlo en un embrujo.

La sangre recorría por su cuerpo con sutileza y su corazón latía al ritmo del tambor que maracaba su rumbo.
Sí, lo supo del momento en que encendió esa luz y comenzó el primer compás, el compás de esa bendita pieza que logró fijar los ojos de todos en lo profundo de sus sentimientos.

Regaló sensualidad y repartió por todo el alrededor ese aroma a mujer, ese encanto que atrapaba, que lo atrapaba.
Comprendió que le entregaba un mensaje al momento de ejecutar cada movimiento.
Sus brazos eran la obsesión, sus piernas la pasión, sus caderas el calor, sus pechos el placer. SU mirada... su mirada... ella cerró un segundo sus ojos, apagó ese fuego que lo hizo arder. Al abrirlos lo miró fijo y supo que sería suyo para siempre.
Deslizó su cuerpo hacia el piso y como una serpiente silenciosa... Desapareció en el instante que sonó el último compás de la melodía.
Ella... ella se desvaneció.