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Desperté con esa sensación de no querer abrir los ojos, porque sabía que si lo hacía, vería todo en un tono invernal. Esperé un par de minutos esperando sentir que no sucedería. Los abrí y sin necesidad de pestañear, me encontré con todo en blanco y negro.
El asunto era en ese momento si valía la pena arriesgarse a chocar. No tenía salida, debía cumplir con deberes que poco me importan porque cambios en mi vida no provocarán.
Caminaba por las calles cercanas a mi destino con un letrero gigante en mi frente que decía COMPLICADA, otro en la espalda que decía RECAÍDA, otro en mi pecho que decía RETROCEDE, uno en mis piernas que decía ARRANCA y uno pequeño en mis labios que decía AFÉRRATE. La mirada de las personas me perseguían y sin poder evitarlo las emociones de todos los que me rodeaban chocaban contra mi, como si no se hubieran percatado de mi presencia que sólo trataba de avanzar. Ya quería vomitar todo lo que me aturdía cuando me acordé que no podía. Porque lograba escuchar a lo lejos tu mirada fija en mi rostro.
Seguí caminando aún llena de letras que me aletargaban. Llegué, actué, respiré, me senté a fumar un cigarro y tomar un café amargo, mientras el sol quemaba mis piernas y mi interior se retorcía de dolor sintiéndose apretado de tanta observación.
Traté de todas las formas posibles borrar la mañana que me dejó ajena a todo tipo de sentimientos y con la mirada fija en el espejo, logrando recordarme aquel reflejo todo el resto del día gris que ya me atormentaba.
Y saben? Ya no quiero describir más el día. Que se llene de tierra, menos los minutos infinitamente cortos en que contigo pude respirar.
Concluí que no hay palabras tatuadas en mi piel, ni papeles ni nada. Sólo mis piernas dicen 'arranca' pero contigo.