
Sus piernas temblaban al sentir que estaba comenzando algo nuevo, sus ojitos brillaban de ansiedad. Sabía que por fin, éste sería el cierre de una mala jugada y del desorden.
Es algo adorablemente aterrador, de esas cosas que crees que sólo las puede invetar un guionista, pero ahí estaba.
Después de mucho tiempo, decidió mirarse a un espejo sucio que había en el pasillo y arreglarse ese cabello enredado. Lo trenzó y pudo ver sus ojos clavados en ella misma.
Es instinto, estaba lista.
Para asegurarse de que hacía las cosas bien, volvió a la ventana que la había tenido presa por mucho tiempo. Suspiró, abrió sus ojos y su rostro dibujó una mueca coqueta. La vida se había detenido, se había detenido a esperarla. La venía a buscar.
A pasos agigantados iba por su camino, sin dejar rastro alguno a lo que quedaba atrás. Nada ni nadie la volvería a encontrar. Nada ni nadie la volvería a dañar. Nada ni nadie la volvería a encerrar en ese diminuta pecera en la cual placenteramente se ahogaba.
De flor en flor recorría colores, espacios, estrellas y planetas. Sus mejillas lograron recuperar su delicado color, sus ojos se tornaron almendrados otra vez... El inquietante rojos de sus labios se reflejaba otra vez. EL aroma de su cabello le había devuelto la vida a los espacios que ella creyó muertos para siempre.
Bebió de la caída de sus lágrimas extasiadas de felicidad,mas una pequeña brisa tibia detuvo aquella fiesta de emociones... Fue ahí cuando volvió a respirar aquel aroma palpable de lo que la enloquecía, miraba a su alrededor y por más que intenatab, no pudo vovler a subirse a las flores. No respiró más colores, ni planetas, ni estrellas.
Con sus manos llenas de dolor y desesperación arruinó su trenzado cabello y corrió...
Corrió y tropezó... Con la misma piedra tropezó...
part2